Según Esade (www.esade.edu), el debate en torno a la participación del sector privado como respuesta a la realidad del hambre o la pobreza en el mundo parece que empieza a superar la discusión de si esta cuestión le es propia o no.
Se ha argumentado, con razón, que el sector privado no debería en principio invadir competencias y responsabilidades que corresponden a los Estados cuando se trata de competencias y responsabilidades vinculadas a derechos humanos de carácter universal, como la educación o la salud.
Otras voces, más críticas, proceden de las propias empresas que opinan que éstas no deberían tener ningún tipo de responsabilidad respecto a cuestiones totalmente desvinculadas de su principal razón de ser, que es el beneficio económico.
Sin embargo, parece cada vez más claro, en el contexto de la globalización, que todos los actores son interpelados por los retos globales a los que se enfrenta la humanidad. De ahí que el papel de las empresas sea considerado cada vez más preponderante en la solución de cuestiones que afectan las condiciones de vida y, a menudo, también el sufrimiento cotidiano de la población mundial.
En la era global, la gobernanza de cuestiones que afectan a la población mundial no se circunscribe a la actuación de un único actor (los Estados) sino que, para bien o para mal, se interpela a otros actores que, con diferentes responsabilidades y áreas de influencia, pueden contribuir a través de sus actuaciones a trazar un destino diferente para una gran mayoría de población que actualmente se encuentra en una situación de extrema vulnerabilidad.
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